El Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres se conmemora cada 28 de mayo desde que en 1987, a instancias de la Red Mundial por los Derechos Reproductivos y en el marco del V Encuentro Internacional de Mujer y Salud realizado en San José de Costa Rica, se tomó la decisión de comenzar una campaña permanente de Acción por la Salud de las Mujeres. Esta campaña mantiene el propósito de reafirmar el derecho a la salud de las mujeres como un derecho humano y de influir en los niveles de decisión política promoviendo cambios que garanticen la salud de las mujeres.

Este año la Consejería de Sanidad, Dirección General de Salud Pública y el Observatorio de Salud Pública de Cantabria conmemoraron el Día Internacional de Acción por la Salud de las Mujeres convocando a las mujeres y a la ciudadanía cántabra en general a un foro de debate en torno a lo que piensan las mujeres sobre la salud. Los resultados de la Encuesta de Salud de Cantabria permitieron contextualizar el debate sobre aquellos aspectos más destacados en la misma que consideramos de interés para las mujeres y hombres de Cantabria.
La descripción de la situación de salud percibida por la población de Cantabria de acuerdo a los resultados de la Encuesta de Salud abre un amplio campo al análisis de las posibles desigualdades que puedan estar influenciadas por determinantes de género en el medio ambiente físico en el que vivimos las personas de todas las edades, niveles socioeconómicos y educativos.

Los patrones y prototipos sociales y culturales en cuanto a las relaciones y los papeles que hombres y mujeres desarrollan en la vida cotidiana tienen un claro impacto sobre su salud y su calidad de vida.

El primer aspecto que destaca es que las mujeres cántabras, al igual que en el resto de comunidades autónomas, tienen una peor percepción de su estado de salud que los hombres, refiriendo el 78% de éstos un estado de salud bueno o muy bueno frente al 70% de las mujeres. El perfil de mujer mayor que vive en un municipio pequeño y pertenece a la clase socioeconómica más desfavorecida supone un mayor riesgo para la salud física y mental. Además las mujeres padecen más enfermedades crónicas (67% de mujeres y 55% de hombres) y presentan con la edad un mayor grado de dependencia, aumentando el riesgo de sufrir accidentes, principalmente en el ámbito doméstico. Los hombres sin embargo tienen un mayor nivel de estrés en el trabajo, aunque no presentan un mayor riesgo de mala salud mental.

El consumo de medicamentos recetados y no recetados es mayor en las mujeres que en los hombres (68% y 52% respectivamente) de todas las clases socioeconómicas y niveles de estudios, existiendo una tendencia a aumentar el consumo en ambos sexos a medida que disminuye el nivel de estudios y la clase social.

Los condicionantes de género comienzan a visualizarse en las edades más tempranas, destacando la diferencia existente entre los niños y las niñas en el campo de la actividad física. Por un lado se observa como se promociona más la realización de ejercicio físico intenso en los niños, siendo las niñas quienes presentan mayores índices de sedentarismo (las niñas de 10 a 15 años presentan un porcentaje de sedentarismo de más del doble que el de los niños, 18% y 8% respectivamente). Igualmente, en el consumo de televisión y utilización de videojuegos, ordenador o Internet se aprecian similares diferencias en los comportamientos de niños y niñas, haciendo los niños, en general, un mayor uso comparado con las niñas. Llama la atención la diferencia entre niños y niñas de 1 a 4 años que ya utilizan estas tecnologías (21% de niños y 13% de niñas), así como en la franja de edad de de 10 a 15 años en que el porcentaje niñas que no las utilizan es 7 veces superior al de los niños (34% y 5% respectivamente). Igualmente se observa la influencia de la clase socioeconómica en los hábitos de ocio de la población menor, siendo los niños y las niñas de las clases sociales más desfavorecidas quienes más tiempo pasan delante de la televisión, mientras que los de las clases con mayor poder adquisitivo juegan durante más tiempo a videojuegos, ordenador o Internet.

Los hábitos relacionados con la salud, como el consumo de tabaco y alcohol, y la alimentación o la práctica de la actividad física tienen un trasfondo socioeconómico que puede dar lugar a un mayor nivel de desigualdad en salud. En el análisis de los mismos se evidencia un acentuado gradiente social y de género.

El 34% de los hombres y el 29% de las mujeres fuman diariamente en Cantabria, frecuencias superiores a la media nacional de 32% de hombres y 22% de mujeres. Aunque los hombres consumen más tabaco que las mujeres, una mayor proporción de hombres que de mujeres ha reducido su hábito tabáquico con respecto a lo que fumaban 2 años antes (30% y 22,8% respectivamente). Por el contrario, las fumadoras no solamente no han reducido su hábito, sino que, además, un mayor porcentaje de mujeres que de hombres ha incrementado su consumo (el 24,7% de las mujeres y el 19,5% de los hombres fuman más que hace dos años).

Entre las personas adultas de ambos sexos existen significativas diferencias relacionadas a la práctica de ejercicio físico en el tiempo libre. Los hombres hacen más ejercicio que las mujeres a lo largo de la vida, alcanzando éstas los niveles más altos de inactividad física en la edad de los 16 a los 24 años (55% de hombres y 34% de mujeres de esta franja de edad realizan algún tipo de actividad física en su tiempo libre). Además tantos las mujeres como los hombres pertenecientes a las clases socioeconómicas más desfavorecidas y con menor nivel de estudios son quienes menos ejercicio realizan.

En general, los hombres se alimentan peor que las mujeres y presentan una mayor incidencia de sobrepeso y obesidad a pesar de realizar más actividad física en su tiempo libre (63% de hombres y 44% de mujeres presentan sobrepeso y obesidad). Es relevante la relación directa de la situación socioeconómica como determinante del elevado índice de exceso de peso tanto en las mujeres como en los hombres, siendo más pronunciado en las clases sociales más desfavorecidas y con un menor nivel de estudios. No obstante, el exceso de peso en las mujeres es menor que en los hombres en todas las clases socioeconómicas y niveles de estudios. También es destacable el mayor exceso de peso y obesidad en las personas que residen en los municipios más pequeños.

En relación al cuidado del hogar, de la familia y de las personas dependientes son las mujeres quienes dedican más tiempo en todos los ámbitos. Además se muestra una tendencia creciente en el tiempo dedicado por las mujeres cuanto más bajo es el nivel de estudios y su poder adquisitivo. Se ha observado al mismo tiempo como los hombres presentan los mayores porcentajes de nula dedicación a este tipo de tareas, y cuando se dedican a ellas lo hacen de forma conjunta con otras personas, mientras que la mujer asume esta responsabilidad mayoritariamente sola. Las tareas del hogar y el cuidado de menores es donde las mujeres se dedican más en solitario, 54% de mujeres y 6% de hombres realizan sin ayuda las tareas del hogar; mientras que el 38% de mujeres y el 1% de hombres cuidan solas y solos a menores de 15 años. Por otra parte, en el cuidado de personas mayores y con discapacidades, las mujeres siguen dedicándose significativamente más en solitario, aunque los hombres lo hacen en un porcentaje superior al cuidado del hogar y de menores, 54% de mujeres y 11% de hombres cuidan en solitario a personas mayores de 74 años, y el 39% de mujeres y el 10% de hombres se dedican en solitario al cuidado de personas con discapacidades. Las mujeres por tanto tienen una alta carga de trabajo de cuidado y en el hogar que puede tener un impacto negativo sobre su salud, además de poder aportar una explicación a la peor percepción de la salud que tienen las mujeres de todas las edades, con el potencial gradiente de peor salud mental, mayor frecuentación de los servicios sanitarios y mayor medicalización.

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